lunes, 22 de julio de 2013

ética del educador

       En vedad vale la pena ser maestro.

 Durante muchos años la vida ha tenido  sus transformaciones  en beneficio de la calidad humana, de la existencia familiar, social y profesional: destacándose por una infinidad de características que lo representan y de una u otra manera  sobresalen en el contexto.
 Es así como elegir el camino de la docencia  no solo genera transformaciones  en relación al conocimiento , sino que  también marca la vida de aquellos que han recibido el saber y de quienes observan y evidencian el proceso desde lejos, como los padres de familia, abuelos y tíos y sociedad en general; es un proceso que de una u otra manera se  convierte en ese espacio donde el maestro  es ese ser valiente  que desea transformar la vida  de los  y las estudiantes enseñándoles lo poco o mucho  que el tiempo le brinde.

 Ser maestro es gratificante, valiosos renovador, sobre todo si pensamos  en aquellos que tienen  vocacionalidad, herramienta de vital importancia para lograr el cumplimiento de las metas propuestas, un profesional de la educación con esta cualidad realiza las actividades  con un objeto claro, con gusto, dedicación, placer y amor: siente que no solo es fiel a sus principios  sino también a el  de los que esperan y reciben su saber, enfrentando los diferentes obstáculos  que lo fortalecen.

 En conclusión puedo decir que  me siento orgullosa de la labor docente: no es un escampadero, es una profesión que exige pero también da, si la realizamos  de la mejor manera  entregando cada mañana  un conocimiento acompañado del ser, del hacer, y el saber, elementos que  se complementan y generan verdaderos resultados.

                                  ” Personas con alta  calidad  humana y profesional”